Tame Impala’s recent album: Deadbeat

Tame Impala, Deadbeat.

Sonido y Producción

Desde el principio, este álbum se aleja del característico “psico-pop” que conquistó a muchos fanáticos; esta vez Kevin Parker se mueve hacia terrenos más cercanos al house, techno, rave e incluso al “bush doof” (fiestas al aire libre típicas de Australia), según Pitchfork. La crítica de Pitchfork fue especialmente dura con el nuevo álbum de Kevin. La producción se siente lujosa en lo técnico: beats de cuatro tiempos, sintetizadores amplios y un espacio sonoro grande. Sin embargo, creativamente da la sensación de que esa energía no se transforma del todo en canciones con momentos explosivos. El crítico de Pitchfork la describe como un “mushy middle… un four-on-the-floor tras otro sin verdadera liberación”. En otras palabras: el álbum suena grande, pero a veces carece de vida.

Letras y Perspectiva Emocional
El tema central parece ser el sentimiento de pequeños fracasos, carencias personales y el paso del tiempo; aunque haya drums y dance, las letras no dicen simplemente “vamos a bailar”, sino también “¿por qué sigo siendo así?”. Por ejemplo, en la canción “Loser” (“I’m a loser, babe”) aparece una autoironía marcada (Pitchfork). En este contexto, el álbum se convierte en una dualidad: sonido de club + dolor personal. Es interesante porque rara vez se combinan ambos: música para la fiesta; letras para la reflexión.

Lo que Funciona y lo que No

Funciona:

  1. El intento de cambiar y experimentar es digno de reconocimiento: evita la zona de confort.
  2. La atmósfera sonora amplia permite al oyente “entrar en un espacio” distinto al de sus trabajos anteriores.

No tanto:

  1. A veces las canciones parecen olvidar su “propósito” después de que entra el gran beat. Un crítico de The Guardian comentó que algunas partes serían más efectivas si se dejaran solo como instrumentales. (The Guardian)
  2. Para los viejos seguidores que esperan hooks fuertes o coros pegadizos, el álbum puede sentirse menos “afilado” o “impactante”.

Conclusión
Deadbeat no es un mal álbum, pero tampoco es el punto más alto de Tame Impala hasta ahora. Es una obra intermedia, recomendable para el día a día: experimental y ambiciosa, aunque exige del oyente una dosis extra de paciencia. Entiendo bien la posición de Kevin como músico: quiere seguir saliendo de su zona de confort, explorar y, quizás, acercarse a una escena musical más amplia… o tal vez pasa demasiado tiempo con Dua Lipa, la reina del party, jaja.

Desde mi perspectiva: este álbum es como entrar en una pista de baile iluminada, pero la música tarda en tomar ritmo, y te descubres observando los rincones de la sala más que moviéndote.

Recomendado para escuchar:

  • Cuando quieras explorar el lado más electrónico de Parker, más “de club” que psychedelic rock.
  • No tan ideal si buscas canciones que se te peguen rápido o coros fáciles de recordar.

Saludos, Addi Setyawan

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